Rajoy quiso demostrar la madurez y fortaleza de la democracia española

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Al acabar la sesión de la mañana el jueves 31 de mayo en el Congreso de los Diputados, Mariano Rajoy supo que Íñigo Urkullu había optado por dejarle caer.

Decidió crear una célula de crisis inmediata, en un lugar próximo al Congreso de los Diputados. Tenía que tomar una decisión: aceptar su suerte sin interferir en el desarrollo de la moción de censura o presentar su dimisión al Rey Felipe VI.

Pasadas las 15:00 (hora peninsular), un momento que ya es tarde para almorzar en España, donde las costumbres se han aproximado a los hábitos de vivir en el resto de la Unión Europea, buscó un sitio de confianza. Arahy Restaurante, en Alcalá 58, muy cerca de la Puerta de Alcalá, en la Plaza de la Independencia, fue la elección al poder desplazarse rápidamente desde el Congreso de los Diputados. Arahy es además el restaurate preferido por Mariano Rajoy para sus almuerzos de trabajo.



Tiene especial amistad con su chef, José Ynglada, Mundy. Ese día necesitaba intimidad y tranquilidad porque tenía que escuchar opiniones de peso, saber los sentimientos en el Partido Popular, y tener margen de acción para actuar.

Sin duda en este restaurante se escribieron, en horas muy dífíciles, parte de la historia moderna de España. La preocupación de quien en ese momento era aún presidente del Gobierno se centraba en evitar nuevos ataques a la prima de riesgo, preservar la confianza inversora y demostrar sobre todo la madurez y fortaleza de la democracia española.



Mariano Rajoy comprendió que no podía asistir a la sesión de la tarde en el Congreso de los Diputados. Pidió tener información puntual. Abrió su agenda para comer, y luego, con papeles sobre la mesa, escuchar sobre las alternativas que se se abrían.

De nuevo las leyendas urbanas situaron a Mariano Rajoy viendo la televisión, comiendo plácidamente y fumando un puro en un espacio cerrado donde está prohibido. No hubo ni comida con sobremesa, ni televisión, ni tampoco copa y puro. Y mucho menos lectura de la edición digital de Marca para seguir la última hora de la dimisión de Zinedine Zidane, asunque le impacto como fan del Real Madrid al igual que Rafael Nadal. Mundy preparó un primer plato con alcachofas, tomates y boletus. De segundo, atún, la especialidad de este restaurante.

Mariano Rajoy sobre todo escuchó cuatro opiniones: las de los ministros María Dolores de Cospedal, Dolors Monserrat, Íñigo de la Serna y Fátima Báñez. Pese a las llamadas que recibió y los mensajes con el argumentario de presentar su dimisión, Mariano Rajoy comprendió que esa decisión dañaría a la credibilidad de España sin garatizar la estabilidad. Dejó por tanto en manos de María Dolores de Cospedal ir al Congreso de los Diputados y negar el rumor de una supuesta reunión con el Rey, que no existió, ni tampoco la hipótesis de una dimisión in extremis en la mañana de este viernes 1 de junio. Que finalmente tampoco se produjo.

Fue un momento duro para Mariano Rajoy. Pero aceptó su derrota aunque le dolió la falta de lealtad de Pedro Sánchez y de Íñigo Urkullu. Como viejo león de la política, asumió las horas tristes de la vida. En el símil deportivo, optó por el juego limpio.

 Zinedina Zidane dimitió porque pensó que había llegado a su techo en el Real Madrid. Mariano Rajoy rechazó dimitir como último servicio a España. Los acontecimientos el viernes 1 de junio, en la Bolsa de Madrid, le dieron la razón. El IBEX 35 cerró en verde, +1,76% y 9.632,4 puntos, con prima de riesgo en 103, y bono a 10 años en 1,41%.
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