Puigdemont, campaña para destruir Ciudadanos y la voz valiente de Inés

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No solo se trata de una despreciable campaña sexista. Hay una medida acción política, muy calculada por el expresidente prófugo, en el regreso a sus cuarteles generales de Waterloo. Apunta en varias direcciones:

La primera, tratar de minar a Ciudadanos. Impulsar la idea, que copió el presidente del Gobierno en el Congreso de los Diputados, de que Albert Rivera es el rostro de la extrema derecha. De "las derechas" a "la extrema derecha". Conviene no olvidar que en la actualidad, en el Parlamento de Cataluña, Ciudadanos es la lista más votada, con mayor número de escaños y de votos en las últimas elecciones autonómicas.

La segunda, destruir la reputación de Inés Arrimadas. Carles Puigdemont sabe el respeto que ha generado su figura en Bruselas y el éxito, reconocido en el marketing político internacional, de la mujer con un corazón en la mano el que están a la vez la Unión Europea, España y Cataluña.



Si los anteriores objetivos políticos son inmediatos y urgentes, a corto plazo, Carles Puigdemont sitúa en tercer lugar someter definitivamente a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Acabar con las dos primeras fuerzas políticas de Cataluña serían por tanto misiones esenciales para él.

Carles Puigdemont lanza además sus nuevos ataques junto a los cañones humeantes de su nueva victoria. El PDeCAT de Marta Pascal es una posición tomada. Se halla bajo su control, un partido destinado a desaparecer como marca y organización independiente.



Las próximas acciones estratégicas de Carles Puigdemont estarían ahora encaminándose a octubre para lanzar definitivamente el día 1 la Crida Nacional per la República como partido político. Pretende además apoderarse el 11 de septiembre de la Diada de Cataluña para denunciar el fascismo y la represión con una marcha en la Diagonal de Barcelona y un lema muy explícito -Fem la república catalana-. El objetivo último apuntaría finalmente a imponer a Quim Torra la convocatoria de nuevas elecciones.

Cataluña se ha convertido por tanto en algo más que un problema político o un escenario de diálogo. Las élites políticas, económicas y sociales que apuesten por la ley como piedra angular de cualquier convivencia ya no pueden ignorarlo.

Las cartas deben mostrarse y estar todas encima de la mesa. ¿Puede un iluminado, un prófugo de la justicia, destruir la convivencia, deshacer familias, acabar con el clima de entendimiento y derrumbar los proyectos de vida de las nuevas generaciones?
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